LA DESPEDIDA

Foto: Gina Ruz
06/01/07


Es mi último día en Ambalema. Mi abuela está muy triste, se siente mareada. Ya se tomó el medicamento, pero yo sé qué es lo que le pasa. Le pido que se acueste de nuevo pero ella no quiere, este momento es muy difícil para las dos. Decido ponerme a organizar todos sus recuerdos: Diplomas, actas de cuando tenía el kinder, coreografías de las danzas, y llega Paúl y Sandra y comenzamos a hablar de sus recuerdos, y miramos las fotos, y recuerda cómo ha sido difícil en los últimos años animar a los chicos para que bailen, para no cambiar la tradición y hacer las coreografías a la manera tradicional, sin dejarse influenciar por la presión del otro grupo de danzas. Y le digo que no deje morir el grupo, que sólo él puede hacerlo, que siempre tenga un objetivo y una visión de lo que quiere hacer, para que el día a día no sea tan difícil. Yo sé que Paúl tiene que comer y mantener a sus 3 hijos, pero sólo él tiene el amor, el conocimiento y la experiencia para seguir con las danzas tradicionales de Ambalema. Paúl se emociona y me cuenta sus anécdotas, como cuando fueron a Ibagué a participar en el concurso por el representante de las danzas folklóricas del Tolima que realizaron en Bogotá. Paúl me cuenta cómo a pesar de tener trajes poco vistosos y sin haber invertido dinero, le ganaron al otro grupo favorito por haber mostrado una danza tradicional. Me cuenta cómo han querido cambiar la música de cassette por cd, ya que casi nadie tiene grabadora para escucharlo en las presentaciones, pero cuesta $45.000 cada canción, y hay que ir a hacerlo en Ibagué. Me cuenta que tiene la idea de presentar las danzas para los turistas que llegan a Ambalema en las fiestas, y así recolectar fondos y hacer lo de la música. Le digo que me parece genial, y que me gustaría que pudieran practicar de nuevo las danzas para hacer un documental sobre las danzas de Ambalema y la historia de mi abuela y del grupo en abril de este año. Le digo que guarde las fotos, que cuide los trajes, los sombreros, cada elemento del grupo. Le cuento de mi paso por los museos de Holanda, cómo conocí la Casa Rembrant, y cómo allí me acordé de la abuela, de su taburete, de su ventana de madera verde. Le digo que sólo recordando y dejando para otros mensajes de ese recuerdo, es como nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos podrán recordar y darse cuenta...
Y le dije que no importa si los hijos, o los hijos de nuestros hijos no se dan cuenta. Si podemos preservar lo vivido por más tiempo, podemos aguardar por el momento en que la humanidad en su proceso de “evolución”, dé la vuelta y vuelva al principio. A reconocer las raíces.


Ya he dicho adiós, o hasta pronto. La incertidumbre de mi futuro hace que no pueda prometer volver. Las lágrimas de la abuela me oprimen el corazón, y le digo que no se preocupe, que no esté triste, que nosotras estamos unidas con la mente, el alma y el corazón. Pero la abuela llora, esta vez es más difícil decirnos adiós, y entonces le prometo volver pronto, en una debilidad del corazón y en un sincero deseo del alma…